EL ALAMBRE
De los gratos recuerdos infantiles que conservo de las sesiones de circo a las que pude asistir, me acuerdo a la perfección de la jaula de leones con la que comenzaba el espectáculo, de las familias de malabaristas, de los magos y sus cajas sorpresas, de unos perrillos ataviados con camisetas del Athletic y la Real que jugaban al fútbol en unas minúsculas porterías, de los payasos,como no, y de muchas cosas más.
Pero sobre todo jamás olvidaré las sensaciones que me producían aquellos personajes, los funambulistas, haciendo piruetas sobre un alambre. Como pasaban de un lado a otro andando sobre el alambre y sin caerse. Lo vivía sin pestañear, pensando en el trágico momento si por casualidad el artista cometía un error. Recuerdo aquellos gritos que proferíamos cuando, (voluntariamente, eso lo supe más tarde), perdía pie, parecía que iba a caer y al final recuperaba el equilibrio. Aquello estaba muy alto, eso es lo que al menos a mí me parecía, y por supuesto no había red alguna. ¡Qué emoción!
Con posterioridad he visto, esta vez por televisión, algún espectáculo parecido y me encuentro con unos acróbatas excepcionales. No solo andan sobre un alambre como antaño, sino que saltan, corren, dan volteretas y no se cuantas cosas más. En bicicleta y hasta con los ojos vendados. Eso si, la altura no me parece nada del otro mundo y los artistas van suspendidos de una especie de arnés que imposibilita cualquier accidente.
¿Es el mismo espectáculo que yo recuerdo? Pues va a ser que no.
En los toros ha ocurrido el mismo fenómeno. De aquellos tiempos en los cuales se jugaban de verdad la vida a los de ahora que predomina el arte como ellos lo llaman, aunque sigan voceando aquel tópico. Los toreros exigiendo, como cualquier sindicato, la aplicación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Pidiendo al empresario que baje la altura del alambre ya que el exigir aquellas prestaciones y de ocurrir algun percance hoy podria ser considerado como homicidio. Y el alambre baja que te baja, y a un paso de terminar apoyándose en el suelo. El publico aplaudiendo las piruetas sin percatarse de que lo importante y lo fundamental era el riesgo que antaño corrían y de como técnicamente lo superaban.¿No se acordaran de aquellos funambulistas que cruzaban el Niagara a una altura impresionante? ¿No de dan cuenta que lo demás es pura gimnasia?
La emoción esta en relación directa con la altura del alambre, y la grandeza del espectáculo en relación directa con la emoción. Algo debe cambiar para que el circo no engañe con el espectáculo que anuncia y el que realmente ofrece. Alguien debe legislar sobre la altura mínima a la que el alambre deba ser colocado. Algo debe cambiar para que los funambulistas cobren en función de la altura del alambre. Algo debe cambiar para que el circo se vea obligado a informar de la altura del alambre. Algo debe cambiar para que el publico sepa distinguir entre funambulista y acróbata.
Algo debe cambiar desde luego, pero de momento estamos ya con el alambre a un palmo del suelo. ¿Terminará con ello el funambulismo?
Pero sobre todo jamás olvidaré las sensaciones que me producían aquellos personajes, los funambulistas, haciendo piruetas sobre un alambre. Como pasaban de un lado a otro andando sobre el alambre y sin caerse. Lo vivía sin pestañear, pensando en el trágico momento si por casualidad el artista cometía un error. Recuerdo aquellos gritos que proferíamos cuando, (voluntariamente, eso lo supe más tarde), perdía pie, parecía que iba a caer y al final recuperaba el equilibrio. Aquello estaba muy alto, eso es lo que al menos a mí me parecía, y por supuesto no había red alguna. ¡Qué emoción!
Con posterioridad he visto, esta vez por televisión, algún espectáculo parecido y me encuentro con unos acróbatas excepcionales. No solo andan sobre un alambre como antaño, sino que saltan, corren, dan volteretas y no se cuantas cosas más. En bicicleta y hasta con los ojos vendados. Eso si, la altura no me parece nada del otro mundo y los artistas van suspendidos de una especie de arnés que imposibilita cualquier accidente.
¿Es el mismo espectáculo que yo recuerdo? Pues va a ser que no.
En los toros ha ocurrido el mismo fenómeno. De aquellos tiempos en los cuales se jugaban de verdad la vida a los de ahora que predomina el arte como ellos lo llaman, aunque sigan voceando aquel tópico. Los toreros exigiendo, como cualquier sindicato, la aplicación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Pidiendo al empresario que baje la altura del alambre ya que el exigir aquellas prestaciones y de ocurrir algun percance hoy podria ser considerado como homicidio. Y el alambre baja que te baja, y a un paso de terminar apoyándose en el suelo. El publico aplaudiendo las piruetas sin percatarse de que lo importante y lo fundamental era el riesgo que antaño corrían y de como técnicamente lo superaban.¿No se acordaran de aquellos funambulistas que cruzaban el Niagara a una altura impresionante? ¿No de dan cuenta que lo demás es pura gimnasia?
La emoción esta en relación directa con la altura del alambre, y la grandeza del espectáculo en relación directa con la emoción. Algo debe cambiar para que el circo no engañe con el espectáculo que anuncia y el que realmente ofrece. Alguien debe legislar sobre la altura mínima a la que el alambre deba ser colocado. Algo debe cambiar para que los funambulistas cobren en función de la altura del alambre. Algo debe cambiar para que el circo se vea obligado a informar de la altura del alambre. Algo debe cambiar para que el publico sepa distinguir entre funambulista y acróbata.
Algo debe cambiar desde luego, pero de momento estamos ya con el alambre a un palmo del suelo. ¿Terminará con ello el funambulismo?
1 Comments:
Claro que terminará, si no vuelven a subir el alambre. Un artículo precioso. Enhorabuena.
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