INOLVIDABLE EXPERIENCIA
Como sencillamente subrrealista es el calificativo que se me ocurre para definir el espectaculo que ayer que tuve que sufrir, y no me queda más remedio que claudicar ante mi impotencia para llevar la contraria a los espectadores que llenaron el coso eibarres.
Intentaré juntar unas letras para que conozcais como se “vive” este festejo desde dentro, olvidando su componente taurino pues sencillamente este no existió. Toros invalidos e idiotizados que se prestaron a la pantomima y toreros, ¡perdón!, actores vestidos de toreros de los que no recuerdo un solo pase de normal condicion.
Actuaban un especialista en el género, El Cordobés, y otro que quiere subirse a este carro, Rivera Ordoñez. El primero curtido en mil batallas de este tipo y con unas condiciones innatas de interpretación y el otro, neófito, desangelado, sin recursos cautivadores, y cuyas dotes interpretativas se reducen, a ser guapo, a poner banderillas donde caigan y a muletear mirando al tendido.
Un “profesional” y un advenedizo. Obviamente el primero se llevó el gato al agua.
Comienza el espectáculo. Hablare del “profesional”, pues el otro todavia dista mucho para llegar a ser protagonista.
¿Alguien dijo que se juegan la vida? Pues para mi que estaba equivocado, a tenor de la sonrisa y saludos que prodiga a los tendidos desde el propio paseillo y con los que sintoniza de inmediato con el publico que le está esperando.
Al primer astado, dejemos la palabra toro para otras ocasiones, ya le receta todo su repertorio. Pone en un plis plas los tendidos patas arriba. Todo va sobre ruedas. No hay tiempo que perder. Amaga el salto de la rana, la gente hace un ¡huuuy!, pero lo deja para más tarde. Entierra el acero en lo negro, y los pañuelos surgen como margaritas en primavera.
¡Alcalde no le des las dos orejas, que podemos terminar como el rosario de la aurora! Mi consejo en saco roto, dos orejas y apoteosica vuelta al ruedo.
Sigue la actuacion. En espera de su segundo astado, sale al tercio, se frota la manos y gesticula en direccion a toriles como diciendo, ¡Qué venga, que aqui le espero!. Otra vez el publico en el bote. Es como si toda la plaza se metiera en su pellejo y dijeran al unisono ¡A por él!.
En el tercio de banderillas compadrea con uno de sus subalternos, echandole la mano por el hombro y cautivando al publico por la vertiente de la humildad. ¡Que sencillo es!, le oi exclamar a la señora que ocupaba asiento ante el palco.
De nuevo toda la parafernalia, esta vez incluyendo el salto de la rana. ¡Por fin!. El publico enloquecido. Habia venido a ver esto y ya lo tiene. No falta nada. Todo perfecto.
¡Alcalde no le des las dos orejas, que ha pinchado y luego se le ha ido a la paletilla! Aquí entran en juego los actores secundarios, uno pidiendo al publico las dos orejas, otro, el puntillero, haciendo el tancredo, y los mulilleros como estatuas de sal a cinco metros de la res muerta. El alcalde que se mantiene, que se resiste, pero que a la postre claudica. ¿No te parece que ha estado bien? Le sonrio y seguimos. Las elecciones estan cerca.
Fin de fiesta con un astado que esta más tiempo en el suelo que de pie. El repertorio termina con las interpretaciones, de la escena “valor”, el piton en la pechera, en las manos, y de la escena “poder”, ordenando al toro varios ¡Quieto aquí! que se oyen en toda la plaza y a los que el publico aprueba con evidente signos de admiracion.
Termina con una vuelta ruidosa, tangas, besos, botas de vino, regado de cava a lo Fernando Alonso, parada ante la banda para dirigirla en unos compases, patada a un balon de futbol que pasaba por alli y más cosas de las que no puedo acordarme.
Un showman en toda regla. La gente feliz, y un docena como yo, sintiendo vergüenza ajena.
¿Alguien dijo que se jugaban la vida?
Intentaré juntar unas letras para que conozcais como se “vive” este festejo desde dentro, olvidando su componente taurino pues sencillamente este no existió. Toros invalidos e idiotizados que se prestaron a la pantomima y toreros, ¡perdón!, actores vestidos de toreros de los que no recuerdo un solo pase de normal condicion.
Actuaban un especialista en el género, El Cordobés, y otro que quiere subirse a este carro, Rivera Ordoñez. El primero curtido en mil batallas de este tipo y con unas condiciones innatas de interpretación y el otro, neófito, desangelado, sin recursos cautivadores, y cuyas dotes interpretativas se reducen, a ser guapo, a poner banderillas donde caigan y a muletear mirando al tendido.
Un “profesional” y un advenedizo. Obviamente el primero se llevó el gato al agua.
Comienza el espectáculo. Hablare del “profesional”, pues el otro todavia dista mucho para llegar a ser protagonista.
¿Alguien dijo que se juegan la vida? Pues para mi que estaba equivocado, a tenor de la sonrisa y saludos que prodiga a los tendidos desde el propio paseillo y con los que sintoniza de inmediato con el publico que le está esperando.
Al primer astado, dejemos la palabra toro para otras ocasiones, ya le receta todo su repertorio. Pone en un plis plas los tendidos patas arriba. Todo va sobre ruedas. No hay tiempo que perder. Amaga el salto de la rana, la gente hace un ¡huuuy!, pero lo deja para más tarde. Entierra el acero en lo negro, y los pañuelos surgen como margaritas en primavera.
¡Alcalde no le des las dos orejas, que podemos terminar como el rosario de la aurora! Mi consejo en saco roto, dos orejas y apoteosica vuelta al ruedo.
Sigue la actuacion. En espera de su segundo astado, sale al tercio, se frota la manos y gesticula en direccion a toriles como diciendo, ¡Qué venga, que aqui le espero!. Otra vez el publico en el bote. Es como si toda la plaza se metiera en su pellejo y dijeran al unisono ¡A por él!.
En el tercio de banderillas compadrea con uno de sus subalternos, echandole la mano por el hombro y cautivando al publico por la vertiente de la humildad. ¡Que sencillo es!, le oi exclamar a la señora que ocupaba asiento ante el palco.
De nuevo toda la parafernalia, esta vez incluyendo el salto de la rana. ¡Por fin!. El publico enloquecido. Habia venido a ver esto y ya lo tiene. No falta nada. Todo perfecto.
¡Alcalde no le des las dos orejas, que ha pinchado y luego se le ha ido a la paletilla! Aquí entran en juego los actores secundarios, uno pidiendo al publico las dos orejas, otro, el puntillero, haciendo el tancredo, y los mulilleros como estatuas de sal a cinco metros de la res muerta. El alcalde que se mantiene, que se resiste, pero que a la postre claudica. ¿No te parece que ha estado bien? Le sonrio y seguimos. Las elecciones estan cerca.
Fin de fiesta con un astado que esta más tiempo en el suelo que de pie. El repertorio termina con las interpretaciones, de la escena “valor”, el piton en la pechera, en las manos, y de la escena “poder”, ordenando al toro varios ¡Quieto aquí! que se oyen en toda la plaza y a los que el publico aprueba con evidente signos de admiracion.
Termina con una vuelta ruidosa, tangas, besos, botas de vino, regado de cava a lo Fernando Alonso, parada ante la banda para dirigirla en unos compases, patada a un balon de futbol que pasaba por alli y más cosas de las que no puedo acordarme.
Un showman en toda regla. La gente feliz, y un docena como yo, sintiendo vergüenza ajena.
¿Alguien dijo que se jugaban la vida?
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